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domingo, 5 de febrero de 2012

Wislawa Szymborska


Murió ayer, a los 88 años, pacíficamente, mientras dormía. En España, apenas sabríamos de ella si a los académicos suecos no se les hubiera ocurrido honrarla con el Nobel de Literatura en 1996. A la poesía le cuesta traspasar fronteras; la de Wislawa Szymborska, polaca y mujer, tuvo que vencer, además, las reticencias de la cultura oficial -occidentalista y androcentrista- hacia la literatura femenina de la Europa del Este. En uno de sus poemas, publicado en Fin y principio (1993), Szymborska calcula que sólo a dos personas de cada mil les gusta la poesía. Nosotros queremos que aumente esta cifra y -con ella- la de los que leen y disfrutan la poesía de Wislawa Szymborska, simplemente, por eso, porque nos gusta.

A algunos,
es decir, no a todos.
Ni siquiera a los más, sino a los menos.
Sin contar las escuelas, donde es obligatoria,
y a los mismos poetas,
serán dos de cada mil personas.

Les gusta,
como también les gusta la sopa de fideos,
como les gustan los cumplidos y el color azul,
como les gusta la vieja bufanda,
como les gusta salirse con la suya,
como les gusta acariciar al perro.

La poesía,
pero qué es la poesía.
Más de una insegura respuesta
se ha dado a esta pregunta.
Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro
como a un oportuno pasamanos.

Fin y principio, 1993.

Traducción de Gerardo Beltrán, David A. Carrión y Abel A. Murcia.

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